Esta mañana, a la hora de dar el relevo en mi puesto de trabajo:
- He conocido al hermano de Edu, el de laboratorio, está en la Plataforma de Afectados por las Hipotecas de Castellón.
-
Eso está bien, hay que participar e involucrarse en los movimientos
ciudadanos de resistencia frente al expolio que la clase rica está
perpetrando contra los trabajadores y los pobres. Están robando a los
pobres para que los ricos vivan todavía mejor.
- Sí, nos han tenido engañados y ahora nos damos cuenta.
-
No, ahora son muchos los que se dan cuenta porque el sistema ha llegado
a nuestro entorno más próximo geográfica y socialmente. Otros no es que
seamos visionarios ni los más listos de la clase sino que simplemente
no podíamos concebir un sistema de sociedad en el que millones de niños
mueren con la edad de mi hijo. Si eso es el sistema capitalista hay que
cambiarlo.
- Y ¿cómo es posible -interviene Milagros- que no se den las facilidades para que se puedan traer esos niños a adoptarlos aquí?
-
Milagros, es que esos niños tienen una familia. Mueren en brazos de sus
padres. No necesitan que los adopten, necesitan comer y el cuidado de
su salud y educación.
-Ya.
- Muchos intentan llegar a
Europa, jugándose la vida en una patera o poniéndola en manos de los
actuales traficantes de esclavos, gente sin escrúpulos, por el precio de
todo el patrimonio del que pudieran disponer.
- Esos son los que
ahora están de moda en las noticias porque les van a retirar la atención
sanitaria por haber cometido el delito de colarse en nuestro sagrado
territorio nacional sin permiso.
- Sí, los mismos que nos inspiran
lástima cuando mueren en la infancia nos inspiran desprecio cuando
vienen a robarnos los trabajos, las medicinas y la comida. Bueno eso es
lo que, veladamente, pretenden que sintamos visceralmente los
neofascistas que nos gobiernan en Europa y España.
- Sin embargo,
nosotros sentimos esa lástima inevitable y no permitimos que esas
lágrimas nos impidan sentir la rabia y el inconformismo contra el
sistema. Porque esas muertes no son fruto de una fatalidad del destino,
sólo merecerían el duelo y la pena. Esas muertes forman parte del
sistema, son inherentes al funcionamiento del sistema, por eso merecen
mucho más que el luto de plañideras, merecen el alzamiento de las
personas de bien, de las personas honradas que rechazamos la injusticia
social. Aunque sea ahora que le vemos las orejas al lobo.
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